Puede intentarlo en Amazon, MediaMarkt y El Corte Inglés. La respuesta será la misma con distintos enunciados: “no disponible”, “agotada temporalmente”. La imposibilidad de comprar cámaras de seguridad, no responde solo a la alta demanda actual de circuitos cerrados de televisión. En el mundo pandémico del teletrabajo, cada vez más condicionado por la tecnología, el ritmo al que se fabrican los chips se ha quedado muy por debajo de la demanda. Y no solo ha provocado frustración en millones de personas y empresas que esperan instalar sistemas de seguridad, los problemas de suministro en productos tan básicos como teléfonos móviles, ordenadores, coches, aviones, equipos médicos o electrodomésticos han generado ya miles de millones en pérdidas, convirtiéndose en una piedra en el zapato de la recuperación.
Todas estas máquinas, y muchas otras, esconden en su interior minúsculos microprocesadores sin los cuales los dispositivos electrónicos no funcionan. Ni las cámaras con las que se toma un simple selfi, ni el indicador de cuánta batería queda, ni el wifi del coche, ni el medidor del depósito de gasolina.
Uno de los grandes expertos en semiconductores, el español Antonio Varas, de Boston Consulting Group, cita varios factores para explicar la crisis. Se trata de una industria rígida que se mueve con pies de plomo a la hora de adaptarse a la demanda —son necesarios tres meses para cambiar la producción, y entre dos y cuatro años para montar una fábrica—. Abrir nuevas instalaciones para crear chips requiere de ingentes inversiones, lo que se convierte en una gran barrera a la entrada de nuevos competidores, y también a la expansión de la oferta —cuestan entre cinco y 20.000 millones de dólares, dependiendo de lo puntera que sea su tecnología, sin contar su mantenimiento—. El aumento del número de semiconductores que se necesitan por cada aparato está siendo exponencial (los coches eléctricos y autónomos usan más, igual que los móviles con el paso al 5G y el creciente número de cámaras de vigilancia). Y la demanda ha explotado, con miles de millones de personas ávidas de adquirir nuevos dispositivos para teletrabajar, entretenerse, o instalar redes de seguridad en el lugar que los rodea, así como de empresas necesitadas de centros de datos y redes. “Antes del covid ya preveíamos que en 2020 la demanda de chips subiría un 7% más que la oferta. Con el consumo por la pandemia ha crecido a doble dígito pese a la caída en la industria y la venta de automóviles”, sostiene Varas por videollamada desde Silicon Valley
La gran pregunta es cuánto durará la escasez. Y las respuestas divergen: la compañía estadounidense Intel está entre las más pesimistas, y habla de que se necesitarán dos años para acompasar oferta y demanda. Iris Pang, economista jefe de ING en China, cree que la crisis puede ir a peor: Taiwán, un país clave en la producción de los chips afronta tres grandes problemas: escasez de agua (muy necesaria para esta industria), altas temperaturas que han causado dos apagones esta semana por el mayor uso de aparatos de aire acondicionado, lo cual también paraliza las fábricas, y un posible confinamiento por la pandemia, lo cual reduciría la presencia de trabajadores en los puertos y dificultaría las exportaciones de chips.
Para los consumidores, la escasez de chips podría suponer un aumento de los precios de los productos.
“Aunque la demanda de productos electrónicos de consumo y de automóviles tiende a ser bastante sensible a los precios y es probable que se modere con aumentos de precios, aunque sean modestos, estimamos que la reducción de la oferta podría aumentar los precios entre un 1% y un 3% en las categorías afectadas”, dijeron los analistas de Goldman Sachs. Y añaden que esto podría hacer subir temporalmente la inflación a finales de año.
Intel, por su parte, está en conversaciones con empresas que diseñan chips para los fabricantes de cámaras de seguridad para fabricar esos chips en sus fábricas. Si tiene éxito, Intel podría producir chips en un plazo de seis a nueve meses, según su consejero delegado, Pat Gelsinger.